Eran las luces que oxidaban
Eran las luces que oxidaban
tu piel
de aire transparente,
tus manos
de junco ennegrecido.
Los tiempos son predecibles,
debías de saberlo.
El existir sobre el miedo
son tus poemas azules
y tus ojos verdes,
tu nacimiento altruista,
tus meditaciones de parques sesteros,
tu prisa de maleta sin hacer,
nuestro adiós de tres segundos,
nuestras cartas casi vagas,
nuestras orillas.
Ya no guardamos rosas entre los libros,
ni llevamos poemas en los zapatos.
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